15 de marzo de 2011

Días de lluvia

Llueve. Hace tres días que llueve. Ahora, la luz se ha vuelto triste, con un filtro azulado, luego pardo, luego gris, luego nada, realzando el verde, desnudando  al tiempo de sus referencias. Ahora es cualquier ahora de cualquier día de cualquier año.  Es luz de memorias infantiles, el poema de Machado que leí en el colegio, ¡hace tanto!, en un día similar (Borges diría que es el mismo día, un día que es todos los días,  un día que prefigura la eternidad) y que tal vez fue el primero que me trascendió las palabras para atraparme en un sentimiento compartido, este poder extraño que posee el arte de ligar momentáneamente dos personas alejadas en el tiempo y el espacio y a la vez con todas aquellas que lo han estado o lo estarán en el futuro a través del mismo camino. Ya entonces, un día como el de hoy, su lectura me llevó a otro día similar en el colegio de las  monjas, cuando hacía párvulos y me enseñaban a hacer palotes; la Hermana Julia, qué habrá sido de ella, cuándo habrá muerto. Y ya entonces, leyendo, tuve ese sentimiento de nostalgia, del tiempo que pasa, inexorable. Cuando se es niño las proporciones son diferentes, el tiempo es dilatado y las distancias enormes. Leyendo entonces, sentía la misma lejanía de mi primera infancia como siento ahora  esa primera lectura del poema, esa “primera vez” de la literatura; también, entonces, del arte.
Hélo aquí

Recuerdo infantil

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
"mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón ".

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales

17 de junio de 2010

(Susurrándole a un amigo ausente)

ALFONSO (I)





                        ¡Qué fria esta muerte tuya de acero y sangre,

                        qué fria esta muerte

                        de silencio hecho pedazos,

                        chirrido de hierros, el sollozo

                        último

                        y solo!



Arropado con los leves tules de las làgrimas

te enmarcaron la pena paralelas de metal,

esas que se unen en el infinito

hacia el que, decidido, te acabaste.



                       ¡Qué frío el páramo donde vivías,

                       donde morías,

                       qué frío ese desierto que acechaba

                       en la esquina de tu sonrisa!



                      ¡Cómo arde ahora la memoria, cómo quema

                      tu ausencia, cómo duele tu dolor

                      que se nos prolonga como un eco,

                      como un eco

                      que no se apaga!



Te miré

y no te supe ver la despedida

en tu mirada.

13 de mayo de 2010

Mensaje no enviado

Quien soy ya, despojo del tiempo, cadaver del niño de orejas grandes y mirada riente, memoria desvanecida de un sueño, soñé ser un hoplita derrotado y jamas usé mis armas.

(Borrador de mensaje en el móvil; mayo 2008)

30 de abril de 2010

Abriendo esta puerta

La materia nació en apenas tres minutos creando la distancia y por tanto el tiempo. Soy -somos- tiempo, distancia, entropia. Quiero aquí encerrar esos fantasmas que me rondan la memoria, provengan o no del pasado que a  fin de cuentas ya no existe. Sombras que vagan por el Hades del recuerdo, apuntalado en neuronas junto a saberes y reflejos; sombras que quisiera encarcelar en palabras, condenarlas a ser leidas mas alla de mí, a ser sombra siempre en esta prisión cibernética donde no le alcanza la voracidad roedora del olvido.
No espero que nadie visite estos diàlogos conmigo, con todos los otros yo que he sido, o tal vez sí, tal vez alguien vea la reja abierta y entre paseando como se pasea por un cementerio, deteniendose aquí o allá ante una làpida o una inscripció o una flor seca o una figura esculpida o nada, sólo pasear, palpar el aire, aprehender un instante, conectar por un segundo dos presentes separados.